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Pese a la importancia que para la gran mayoría (y no les falta razón) tienen los números en la NBA, afortunadamente, para la emoción de la liga, dar la talla en el aspecto estadístico no siempre te asegura el éxito. De hecho, el caso de Minnesota es el mejor ejemplo de que lo que se reflejan en las estadísticas -de varios jugadores, pero a nivel individual- no siempre conlleva una victoria detrás de sí. 

Los Timberwolves en general, y Ricky Rubio en particular tienen todo -o al menos poseen la capacidad para desarrollarlo- lo que hace falta para triunfar en la mejor liga del mundo. Un jugador franquicia entre los mejores en puntos, rebotes y eficiencia, un pivot capaz de elevar sus estadísticas por encima de los 20 puntos y 10 rebotes con asiduidad, un escolta experimentado y anotador, un alero con excelentes cualidades en defensa y capaz de protagonizar trances ofensivos al nivel de muy pocos, y un base entre los mejores en asistencias y recuperaciones. La fórmula parece idónea, pero los resultados no les han situado en el lugar que les corresponde por números. 

Es cierto que a nivel de hombre por hombre, los Wolves tienen mucho camino andando,. Sin embargo, puestos a analizar su eficiencia colectiva la realidad es otra. Sin lugar a dudas, una de las facetas en las que más han sufrido durante esta temporada ha sido en el comportamiento al final de partidos igualados. De hecho, 18 de los 25 partidos, que ha jugado Minnesota con el marcador en los últimos minutos reflejando una diferencia igual o inferior a 3 puntos, han terminado en fracaso. Y las 11 primeras derrotas de la temporada se dieron por un diferencial que rondaba los 3 o 4 puntos. 

Los temas principales de los que se hablan que llevan la firma de la franquicia de Minneapolis ha girado en torno a dos nombres propios: Kevin Love y Ricky Rubio. El de California parece haber decidido salir del equipo hacia un destino que le depare la gloria en forma de anillo en un tiempo inmediato. Han salido rumores de muchas franquicias que a día de hoy se pelean por él, pero su relación con los Lakers parece ser la que más fuerza tiene.

Por otro lado, el futuro del base de El Masnou si estará directamente ligado a su actual equipo, pero el asunto al que Ricky se enfrenta tiene poco que ver con el de su compañero. El paso de Rubio por la NBA ha transcurrido por un camino en el que, a diferencia de lo que ocurría en sus primeros años en la liga, a día de hoy destacan más las críticas sobre él que los elogios. Su instinto pasador y su magnífica faceta de ladrón de guante de blanco, no le han servido para paliar el gran problema que le acompaña desde los inicios de su carrera deportiva. La selección y el porcentaje de tiro. 

Es cierto que Rubio ha logrado finalizar la temporada 2013/14 con un porcentaje de tiro de campo superior (38,1%) al de la pasada campaña (36%). Además, no solo ha mejorado en este aspecto, sino también en rebotes (4,2) y asistencias (8,6 – máximo de carrera). No obstante, esa mejor selección no se ha materializado en forma de puntos. Ha pasado de los 10,7 en la 2012/13 a los 9,5 de este año

Según el propio jugador, lo más importante de esta temporada es haber conseguido dejar a un lado la lesión y poder disputar los 82 encuentros de la fase regular. Sin embargo, el joven base siente haber suspendido en las facetas anteriormente mencionadas. Y por ello, se ha autoimpuesto deberes para el verano. "Este va a ser uno de los veranos más importantes de mi vida mejorando mi juego”, ha resaltado el propio jugador.

Mientras en las oficinas de los Timberwolves se rumorea sobre un posible contrato de 5 años y 10 millones, y el futuro de Kevin Love continua en el aire, la prioridad para Ricky recae en superarse a sí mismo. 

Es innegable que la condición para la mejora de su tiro depende de la confianza que tenga, y la enorme cantidad de críticas y miradas con lupa que se han posado sobre él no reman a su favor. Rubio se volverá a presentar en septiembre para poner fin a sus errores precedentes. Una evaluación para la que habrá que esperar todavía.

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