No
debe ser plato de buen gusto empezar tu temporada de novato sin poder jugar por
una lesión, más rabia aún tiene que dar si se trata de una fractura de dedo
producida en un simple pase que has hecho miles de veces en tu carrera, y si ves
como tu nuevo equipo pierde 10 de sus 11 primeros partidos, la frustración
tiene que ser enorme.
Esa es la bienvenida que le dio a Trey Burke la NBA. Un duro recibimiento para el ex de Michigan, que ya entró en el draft con una sensación agridulce tras perder la final de la Final Four ante Louisville. Llegaba a la liga como uno de los teóricos candidatos a pelear por el Rookie of the Year junto a Victor Oladipo y Ben McLemore, pero una mala jugada en un partido de pretemporada contra los Clippers a mediados de octubre le dejaba sin season opener y, según las primeras aproximaciones tras pasar por quirófano, entre dos y tres meses de baja.
Duro palo para Burke, pero también para los Jazz. La franquicia, tras dejar marchar en la agencia libre a sus dos referentes (Al Jefferson y Paul Millsap), apostaba por empezar de nuevo en torno al grupo joven formado por Derrick Favors, Gordon Hayward y el propio base.
Se anticipaba una temporada dura, algo que no importaba demasiado teniendo en cuenta la recompensa que espera en junio, pero la realidad fue incluso peor de lo esperado: siete derrotas consecutivas para empezar el año, una victoria ante los Pelicans y de nuevo tres encuentros perdidos. Un balance de 1-10 cuando por fin llegó una buena noticia, Trey adelantaba su regreso, debutaría el 20 de noviembre en Nueva Orleans.
Ese día Utah volvió a perder. Dos noches después, ante Dallas, también, y otras dos más tarde tampoco consiguió la victoria en Oklahoma. Tres partidos y tres derrotas, parecía claro que el ex-Wolverine no iba a ser la panacea de todos los males que asolaban Salt Lake City, pero en los siguientes cuatro encuentros los Jazz han conseguido tres victorias (curiosamente los tres en los que el base jugó más de 30 minutos), dos de ellas contra equipos aspirantes al anillo (al menos en teoría) como son Bulls y Rockets.
Ese 3-4 en su cuenta personal es un motivo de alegría tanto para franquicia como para jugador, pero no se trata solo de números, si no de sensaciones. Burke ha cogido ritmo rápido, da muestras del desparpajo del que hizo gala en Michigan y lo que es mejor: se encuentra a gusto cuando llegan los momentos calientes y no tiene miedo de jugarse los balones decisivos. Cierto es que hasta ahora se ha mostrado más como un anotador (12,6 ppp) que como un director de juego (3,4 app), pero eso es algo que ya se vio en su etapa universitaria y, además, no es algo incompatible con el rol de líder que esperan de él desde los despachos.
¿El salvador de Utah? No exageremos: a los mormones les queda por delante un curso árido, con más penas que alegrías y con muchas papeletas para acabar entre los cuatro o cinco peores de la liga; pero el novato llega con ganas, sabe que este es su equipo y no va a perder el tiempo para demostrarlo.
Mario
Herráez
https://twitter.com/#!/MarioHerCa
¡¡¡Pero qué buena pinta tiene Burke!!!
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