Hace tres años, se retiraba de las canchas uno de los pívot más dominantes de la historia de la NBA, además de un 'showman' tanto dentro como fuera de la pista. Con un palmarés envidiable como el de Shaquille O'Neal, entre los que destacan sus cuatro anillos de campeón de la NBA, un MVP de la temporada, tres MVP de las Finales, ocho veces incluído en el Mejor Quinteto de la NBA y quince veces All-Star, cualquier ser humano afrontaría la retirada con una gran satisfacción y orgullo por todo lo conseguido en una carrera llena de triunfos.
O'Neal también. Sin embargo, a "Shaq" le ha quedado una espinita clavada, tal y como comentó en el evento Shaquille O'Neal Charity Golf Tournament. Allí, el gigantesco pívot reconoció sentirse arrepentido por la gran cantidad de tiros libres fallados a lo largo de su carrera, en lo que fue su gran, y probablemente única, debilidad.
Hoy en día, lo que más me atormenta son los 250 partidos que me perdí cuando estaba promediando buenas estadísticas. Ahora mismo soy el sexto máximo anotador de la historia [con 28.596 puntos], pero si solo me hubiese perdido la mitad de esos encuentros, ahora mismo tendría otros 3.000 puntos que me situarían en el tercer lugar.
Además, fallé 10.000 tiros libres. Si solo hubiese fallado 7.000, tendría otros 3.000 puntos más, y ahora mismo sería el segundo máximo anotador de todos los tiempos. Esto es lo único que me atormenta.
Es lógico e inevitable echar la mirada atrás cuando tu carrera ha llegado a su fin, haciendo valoraciones tanto de lo bueno como de lo malo. Más allá de su 'defecto', por llamarlo de algún modo, desde la línea de tiros libres, hablar de Shaquille O'Neal es hablar de uno de los jugadores que más, y mejor, domino en la pintura a ambos lados de la cancha. Su debilidad con los tires libres forma parte de él. El gran vacío que ha dejado tras su retirada es más que suficiente para entender lo que 'Shaq' significó para la NBA durante sus 19 temporadas en la competición.