Si nos pusiéramos a preguntar uno por uno a todo aficionado al baloncesto en general, y a la NBA en particular, estoy seguro de que nadie dudaría en decir que Chris Paul es uno de los mejores bases del mundo actualmente (sino el mejor). Todos le conocen. Todos le admiran, pero quizá lo que mucha gente no sabe es que hubo un tiempo en el Paul pensó en dejar el deporte. Cuando su carrera no había hecho más que empezar. Un día trágico para él. Un día eterno para el mundo del baloncesto.
Nathaniel Jones trabajaba a diario en una estación de servicio en Carolina del Norte. De hecho, fue el primer afroamericano en abrir una estación en dicho Estado. Todo el que conocía al viejo Jones resaltaba su bondad. Prestaba dinero a quiénes lo necesitaban, y dejado fiado a todo aquel que no podía pagar. Era una persona muy querida por todos. Y además, era el abuelo de Chris Paul.
Los días de partido, Jones, o más conocido como Papa Chilly, cerrada antes su negocio para ver jugar a su nieto. Chris era posiblemente la persona que más quería a su abuelo, y este era el mayor fan de su nieto. Siempre que había algún problema, el uno se apoya en el otro y viceversa. Eran abuelo y nieto, pero por encima, era dos grandes amigos.
Por aquella época, el actual base de los Clippers era una estrella en el instituto. Había logrado llevar a su equipo (West Forshyt) hasta las semifinales del Campeonato estatal 4-A y él fue nombrado Jugador del Año en Central Piedmont. Decenas de universidades estaban dispuestas a pujar por él. No obstante, 'CP3' ya había echado el ojo a una. Wake Forest era la elegida por el joven Chris. Todo marchaba perfecto, hasta aquella fatídica noche. Solo 24 horas después de firmar con la universidad.
"Mis compañeros, mis maestros, todos estaban allí para verme firmar. Mi hermano se acercó también. Y por supuesto, estaba mi abuelo" dijó Chris Paul sobre el día de su firma con Wake Forest. Estaba viviendo el momento más feliz de su vida. Lo que no sabía, es que solo unas horas después todo cambiaría para él.
Nathaniel Jones llegaba a su casa cargado con varias bolsas de la compra, cuando fue asaltado por 5 individuos. Los delincuentes, que no llegaban a superar la edad de Paul en el momento en el que aquello sucedió, ataron a Jones de manos y piernas y los golpes comenzaron a sucederse uno tras otro. La ira se había adueñado de aquellos delincuentes y la brutalidad de la paliza no cesó, pese a que la víctima era incapaz de poner resistencia. El desenlace no fue menos trágico. Papa Chilly había fallecido, a los 61 años.
Cuando Chris se enteró salio corriendo hacía la casa de su abuelo. No se lo podía creer. “Sólo esperaba verlo. Tú sabes, todo el mundo muere, pero yo pensaba que con él no iba a suceder nunca”, relata Paul en un documental de ESPN.
Su vida se derrumbó por completo. El mayor apoyo que tenía se había ido. Su abuelo, su amigo, y a la vez su mejor fan, lo había dejado huérfano en la meta de salida de su vida profesional. Una carrera deportiva que ya no importaba tanto. Incluso se planteó dejar el baloncesto para siempre ¿Qué sentido tendría seguir jugando sin poder volver a ver a su abuelo en la grada?
Justo al día siguiente, Wake Forest tenía partido, pero Chris no quería saber nada relacionado con su equipo. Poco le importaba ya la beca que había firmado solo unas horas antes. Sin embargo, un rato antes del arranque del encuentro, su tía le devolvió la esperanza y sobre todo, las ganas de jugar, con una frase que jamás olvidará. “¿Qué tal anotar un punto por cada año de su vida?”, le dijo. Chris no encontró mejor epílogo para el libro de la vida de Papa Chilly.
No obstante, la tarea no era nada fácil. Anotar 61 puntos en un partido universitario. Imposible para cualquiera, pero no para Chris. La fuerza del corazón le hizo elevar su talento al máximo extremo.
Justo ante de saltar a la cancha, Paul advirtió a sus compañeros que hoy iba a hacer algo especial, y pidió a todos que le ayudaran. Tras una heroica exhibición de baloncesto, digna de un gen sobrenatural, Chris Paul cogió el balón al contraataque para anotar un 2+1 que hacía iluminar el punto número 61 en su cuenta particular. Lanzó a fallar el tiro libre y justo después pidió el cambio para salir de la cancha y fundirse en un emotivo abrazo con sus padres. El público se rindió ante él. Su objetivo estaba hecho. Había logrado hacer inmortal el recuerdo de su abuelo.
Hace 12 años que Chris Paul protagonizó una de las hazañas más emocionantes de la historia del baloncesto estadounidense. Sin duda, la página más importante del libro de su vida. 61 abrazos que sirven como lazo entre nieto y abuelo. Entre la cancha y el cielo. Y un amor para la eternidad.