Al igual que gran parte de las estrellas que militan en la
NBA, Damian Lillard pasó su infancia rodeado de delincuencia, drogas y bandas
callejeras. Forjado en los suburbios de la peligrosa Oakland, y criado en el
seno una familia humilde, en la que la palabra compartir suponía el pan de cada
día. Todo un cumulo de factores que le obligaron a madurar antes que el resto. A
convertirse en un hombre atrapado en el cuerpo de un niño.
Asimismo, y esta vez contraviniendo a la mayoría de
jugadores, la universidad para él no fue una simple vía transitoria hacía la
mejor liga del mundo. Damian quiso aprovechar los cuatro años en la -para muchos-
desconocida Weber State y así poder formarse intelectual y deportivamente, pese
a que dicha espera supusiera el cierre de numerosas puertas.
Debido a la escasa fama de su universidad, muchos criticaron
la apuesta de los Blazers en la sexta posición del draft, por delante de
jugadores como Drummond, Ross o Barnes. Un diamante en bruto, pero que para la
mayor parte de la liga era un auténtico desconocido. Además, la puesta en escena
tampoco fue algo sencillo, pues llegaba a Portland para llevar las riendas de
una franquicia sin rumbo y en la conferencia más competitiva de la NBA. Quizás
mucha presión para cualquier otro novato, pero no para él, aquel muchacho había
nacido para liderar.
Mostrando un saber estar propio de un veterano, Lillard se
presentó ante los focos de la liga más mediática del planeta con un único objetivo. Ser el mejor jugador de todos. Demostrando una vez más la madurez obtenida en su infancia, Damian se
hizo cargo de los Blazers para devolver la ilusión a un equipo que parecía estar
destinado al fracaso. En ningún momento acusó la responsalidad de echarse sobre
su hombro a toda una franquicia, todo lo contrario, pues parecía sentirse cómodo
bajo la presión de saber que el éxito o el fracaso de su equipo dependía de él. Lo
dicho, nacido para ser un líder.
Con una seguridad en sí mismo pasmosa y una serenidad
impropia de un ‘inexperto’, el ‘0’ de Portland ha logrado colarse en la élite
de los bases, la posición con más competencia a día de hoy, junto a los Rajon
Rondo, Chris Paul, Kirie Irving, Tony Parker… Además de haberse coronado con el
‘ROY’ y ser elegido ‘All Star’ en solo 2 años en la NBA.
Todos conocíamos su enorme capacidad anotadora y su gran
despliegue físico a la hora dejar atrás rivales. No obstante, pocos esperaban
una mejora tan grande en cuanto a efectividad desde posiciones exteriores,
seguridad en el ‘clutch time’ y capacidad de asistir a sus compañeros. Ahora
asiste y anota con la misma solvencia que sube el balón. Se ha ganado el respeto de una
liga a base de saltarse peldaños de forma prematura. Es momento de decirlo, ha
nacido una estrella.
