Si hay día especial en la NBA ese es el Día de Navidad, los duelos de las audiencias donde los focos apuntan a las estrellas de relumbrón mediático. Es por ello que en los Días de Navidad la NBA nos ha regalado imágenes para el recuerdo, canastas imborrables y piques impredecibles. Quizás no llegue a estar de acuerdo con el 100% de los lectores, quizás ni con la mitad de ustedes, quizás no coincida con nadie, pero los días de Navidad han dado para mucho a lo largo de la historia de la NBA por lo que, más que partidos, busco aquellos 10 mejores momentos que sucedieron un 25 de diciembre, un buen día como el de ayer, de grandes tardes/noches de NBA:
Pues sí, aunque parezca broma este encuentro de 1947 merece
su hueco en el ranking de NBA Christmas Day por ser el primer partido de la
historia de la NBA jugado en el día de Navidad. Quien iba a decir a los
allegados al modesto Madison Square Garden de la época que estarían ante un
encuentro histórico, un partido al que le siguieron, le siguen y le seguirán
muchos otros encuentros en la historia de los partidos de día de NBA. Aquel
día, lo que parecía por entonces una extraña y no apropiada fecha para jugar al
baloncesto, poco después se convertirían en una de las mayores y mejores
tradiciones de la NBA, pues los muchos de los partidos de temporada regular
como mayor rating de audiencia se han jugado un 25 de diciembre.
Posiblemente el dato de que fuera uno de los equipos que
jugó el primer partido de Navidad de la historia, sea a día de hoy la única
manera por la que unos pocos aún recuerdan a estos Providence Steamroller, un
equipo de efímera historia (apenas duró 4 años) que se consumió cuando el mundo
se dio cuenta de que Rhode Island no es lo suficientemente grande e importante
como para mantener a un equipo de la NBA.
Por cierto, los Knicks ganaron en un partido para olvidar
(89-75) pero sorprendentemente los datos de audiencias fueron tan positivos que
los dueños de la NBA decidieron probar un año más en tan destacada fecha.
Damos un pequeñito salto de casi 50 años y nos sitúamos en
el año 2000, cuando, con la llegada del nuevo siglo, los Lakers volvían a
reinar en la NBA gracias a la portentosa dupla formada por Kobe y Shaq. Venían
de una temporada para el recuerdo, cuando eliminaron polémicamente a los
divertidos Kings de Mike Bibby, Chris Webber, Pedja Stojakovic y compañía, y en
la final a unos Pacers de Reggie Miller que al unísono "tiempo de Miller,
tiempo de Killer" se plantaron por primera vez en una Finales de la NBA.
Entre medias, estos Lakers eliminaron en la final del Oeste a los millonarios
Trail Blazers que soltaron una buena pasta para reunir a Scottie Pippen,
Rasheed Wallace, Sabonis o Isaiah Rider, entre otros, con al severa intención
de quitarse el mal fario de equipo perdedor.
No lo consiguieron, pues tras
eliminar a Minnesotta Timberwolves y Utah Jazz en rondas previas se plantaron
en las Finales del Oeste para jugar un puesto en la final ante los renovados
Lakers de Phil Jackson. Tras quedar igualada la serie a 3, los Blazers tenían
pie y medio en la final tras machacar a base de defensa a los angelinos y
dejarles a 15 puntos de distancia (73-58) a falta de un último cuarto. Pues
bien, un marcador parcial final de 31-11 favorable a Lakers, dejaba a los
Blazers con la miel en los labios una vez más y con la continuación de la
lamentable reputación de equipo segundón.
En esas llegaban 6 meses más tarde a un partido de Navidad
que prometía devolver viejas rencillas de Playoffs entre dos conjuntos que
continuaban en los alto de los aspirantes al título. El encuentro no defraudó y
Wallace anotó 33 puntazos para dejar la victoria de Portland en 109-104, pura
fantasía ofensiva del Oeste. La victoria, evidentemente, significa algo más para
los Blazers dadas las circunstancias producidas en el pasado. Quizás la
victoria no llego en el momento idóneo, pero la alegría con la que se marcharon
los chicos de Mike Dunleavy a su casa por Navidad no se la quita nadie.
Acercándonos al presente, nos encontramos con un de las
fechas más especiales en la llamada segunda temporada del asterisco. Tras un
largo y tedioso cierre patronal, la NBA y el sindicato de jugadores llegaban a
un acuerdo a comienzos del mes de diciembre para retornar la liga aunque en una
versión más reducida. Una de las temporadas más especiales tanto en lo bueno
como en lo malo ya que a la previsible plaga de lesiones producto de la enorme
carga de partidos en pocos días, fue compensada con un curso que, entre otras
cosas, daba el pistoletazo de salida el Día de Navidad.
Entre el suculento menú de Navidad de 2011 nos encontramos
con un Miami-Dallas, que si bien a primera vista no parecía muy vistoso el
hecho de ver a unos Mavericks ya sin Chandler y con una retahíla de jugadores
secundarios que van de equipo en equipo, si que resulta muy interesante la
oportunidad de visionar el levantamiento de la bandera tejana en la cara de los
jugadores de Miami, en una rivalidad que echa chispas desde las dos finales en
las que han coincidido, un duelo de revancha de las anteriores Finales NBA. Sin
duda no debía ser agradable para los de Florida ver como tu rival recibía un
anillo cuando por entonces esa la asignatura pendiente de un equipo (especialmente
de Lebron) que había decepcionado en las pasadas Finales. Una de las pocas
ocasiones en que hemos podido disfrutar o sufrir (según se vea) unas imágenes
así.
Además, sin por entonces saberlo, este partido marcó el
inicio del reinado de Lebron en la NBA. Poco después de esta fecha el alero de
los Heat ganó el MVP de la Liga, el MVP de las Finales, un suculento anillo NBA
que llevaba pidiendo desde su época adolescente en Cleveland, y una segunda
medalla olímpica. No en vano, tras conseguir todas estas hazañas, este animal
de la naturaleza fue portada del Sport Illustrated como mejor deportista del
año por encima de otros como Usain Bolt, Michael Phelps o Novak Djokovic.
Lebron anotó en este partido 37 puntos y 10 rebotes para
regalar la victoria a Miami, que proporcionalmente daría lugar al comienzo
potencial de la dinastía Heat.
Si el Dallas-Miami de 2011 marcó el inicio en la era de los
Heat, unos años antes, los partidos de Navidad entre Knicks y Bulls marcaron el
inicio de una rivalidad histórica que acabarían firmando de los mejores duelos
recordados en la década de los 90. Particularmente en aquel año, los Bulls
vivieron pocos meses antes la dramática retirada de Jordan a causa del
asesinato de su padre que acabó marcando bastante en la mente de Air Jordan.
Unos Bulls sin Jordan, pero con todo el resto del arsenal (Pippen, Kukoc, BJ
Armstrong u Horace Grant), se enfrentaban a unos Knicks de Ewing y Starks que
veían con los ojos como platos la posibilidad de lograr el tan ansiado anillo
tras la retirada del mejor de la historia.
Aquel fue un encuentro brutal, muy típico de los intensos
duelos de los 90 en los que vimos mates espectaculares, tapones bestiales, un
canasta ganadora para el recuerdo e incluso una pelea sin balón a modo de
desempate. Aperitivo, primer plato, segundo plato y postre, de todo y casi
siempre vistoso para el espectador que vivió una de las noches NBA para el
recuerdo.
Lo que sí que falto fue la victoria de los Knicks que no
pudieron derrotar a su némesis hasta los PlayOffs del 94 cuando los eliminaron
y llegaron a una deseada final sin Jordan..... pero con Olajuwon.
Has aquellos PlayOffs del 94, Pippen se encargó de mantener
el terreno del dominio abrumador sobre los Knicks, con unos sobresalientes 36
puntos y 15 rebotes para mantener con vida a los Bulls. Sin embargo, los Knicks
lograron forzar la prórroga gracias a un notable Hubert Davis con un
sorprendente triple sobre la bocina. Con la prorroga en transcurso, la igualdad
se mantuvo manteniendo la posibilidad de añadir 5 minutos más al duelo, hasta
que Pippen taponó un tiro en el último instante, lo que le valió para demostrar
que aquellos Bulls sin Jordan era igualmente competitivos.
¿Que tuvo este duelo de especial, además de la rivalidad
histórica entre los dos conjuntos con más anillos de la NBA? Pues bastantes
aspectos destacables. 1. ¿La revancha de las Finales de la NBA? Si, los Cletics
vencieron en las anteriores Finales de 2008 y los Lakers llegaban con la
intención de enterrar en el olvido dicha derrota. 2. ¿Estrellas en la
marquesina? También. ¿Cuántos partidos podían albergar en la misma pantallas a
estrellas de la talla de Kobe Bryant, Pau Gasol, Paul Pierce, Kevin Garnett o
Ray Allen? 3. ¿Equipos ganadores? Así es, tanto Lakers como Celtics llegaban
con dos de los mejores records de la NBA hasta entonces, e incluso con
progresión de hasta poder hacer historia y superar a los Bulls del 72-10. Los
Lakers llegaban con una nada desdeñable 23-5 que les aupaba en el segundo
puesto del Oeste, pero es que los Celtics habían firmado hasta entonces una
brutalidad de record de 27-2, siendo competitivos en ataque y demoledores en
defensa. Venían de ganar 19 partidos consecutivos y la posibilidad de igualar o
superar el record de lo Bulls de 72-10 estaba en el aire. Por tanto, pocos
duelos de Navidad han enfrentado a dos equipos tan en forma como estos dos que
se enfrentaban en casi una final anticipada.
Pues bien, tanto el record como la racha de victorias de los
Celtics se vinieron abajo cuando Lakers les vencieron el Día de Navidad.
Aquella derrota en los Celtics trastocó un espíritu verde que se vio dañado
tras una racha de 6-2 en enfrentamientos contra los angelinos. Por si fuera poco,
poco después Garnett se lesionó, y los Celtics nunca llegaron a recobrar su
estado inicial con lo que la posibilidad de retomar el reinado bostoniano se
fue al garete más pronto que tarde. Eso sí, estos inconvenientes no quitan que
Lakers logró una victoria importantísima en un escenario ideal para demostrar a
propios y extraños que los angelinos continuaban al pie del cañon.
De Boston en 2008 a Miami en 2010, y es que Lakers nos han
regalado grandes noches NBA en los 25 de diciembre, no en vano son el segundo
equipo (tras Knicks) que más encuentros ha jugado en una fecha tan señalada. Este
duelo en particular ante los Heat fue más importante por razones emocionales
que por lo que ocurrió propiamente en la cancha. Buena parte del mundillo NBA
odiaba a Lebron James después de que The King dejara tirados a los Cavaliers en
la más absoluta de las miserias para formar parte de un conjunto de estrellas
junto a Wade y Bosh y construir una de las mayores dinastías de la NBA.
Sin
querer hondearme demasiado en el tema, quizás más que la inevitable salida, lo
que más dolió a los haters fueron las formas que eligió la estrella de Akron. A
última hora, en un programa de televisión y hasta entonces dando falsas
esperanzas a sus anteriores seguidores. Aunque ahora parezca algo lejano,
viendo como se rumorea que los Cavaliers quieren traerle de vuelta, por
entonces en 2010 todo Cleveland odiaba a Lebron y, ante la imposibilidad de
ganar a estos Heat que estaban a un mundo de los Cleveland, los de Ohio se
agarraban a que los actuales campeones Lakers les ganaran en el Día de Navidad,
cuando más duele.Se suponía que aquel equipo artificial, hecho a base de
acuerdos por la espalda y de salarios abruptamente inferiores a la calidad de
sus jugadores debía morder el polvo, se suponía que los campeones Lakers les
debían enseñar y marcar el camino de la derrota, y mostrarles lo que significa
realmente ser un equipo campeón. Sólo que eso no sucedió. Los Heat dominaron a
los Lakers por un 96-80 y marcaron un importante punto de inflexión hacia el
nuevo legado de los de Florida. Poco después lo que fue un punto de inflexión
se convirtió en una realidad, los Heat llegaron a unas Finales de la NBA por
primera vez desde 2006, y los Lakers mordían el polvo en segunda ronda
ausentándose de las Finales tras 3 apariciones consecutivas.
De la época reciente de la mejor liga de baloncesto del
mundo, volvemos a los anhelados 80 donde en mitad de la década, donde unos
renovados Knicks se enfrentaba en el Día de Navidad a unos Celtics en pleno
mandato con Larry Bird a la cabeza. Fue el encuentro del surgimiento del, por
entonces novato, Pat Ewing que planto cara a los dinásticos Celtics con
millones de personas clavadas en sus pantallas. En máxima audiencia, Ewing
demostró todo el potencial que iba a dar en un futuro, en un punto en el que
los Knicks pasaban por uno de sus momentos más bajos en su historia. Y es que
los neoyorquinos vieron pasar los años sin que los suyos lograran meterse en
ninguna Final de la NBA…. Hasta la llegada de Ewing.
En cuanto al partido ante los Celtics, transcurrió con
cierta normalidad en relación con el nivel de cada uno de los equipos, los
Celtics cimentaron una ventaja de 25 puntos que parecía ya imposible de
remontar para un grupo de novatos como los Knicks. Sin embargo, los
neoyorquinos no perdieron la esperanza y en el último cuarto agotaron todas las
diferencias para empatar el marcador y mandar el partido a la prorroga. Tras dos tiempos extras en el que nos
regalaron canastas y jugadas para el recuerdo con la emoción del marcador de
fondo, los Knicks acabaron ganando por 113-104, con un joven Pat Ewing
mostrándonos todos sus recursos al poste y todo un gran baloncesto por dar de
ahí en adelante.
El jamaicano cerró su cuenta personas en 32 puntos y 11
rebotes para trastornar a los experimentados Celtics.
Irónicamente, en este encuentra sería Ewing el que definiría
la victoria para los suyos en los últimos segundos de partido. Con los Bulls en
cabeza por 85-84, los Knicks disponían de la última posesión del encuentro.
Después de perder un salto neutro, Ewing recuperó la bola y lanzó un
mastodóntico tiro sobre la bocina que colmó de depresión a los aficionados de
Chicago. Una canasta que difícilmente se olvida, y que el mismísimo Ewing le
hubiera gustado anotar en las Finales del Este del 2000 ante los Pacers.
Jordan quien poco a poco nos acostumbraría con actuaciones
heroicas, no falló en un partido tan especial como este firmando en la hoja de
servicio 30 puntazos que no serían suficientes en esta ocasión. Con los años
nos daríamos cuenta que esta fue la única y última vez en que Ewing se marchó
con una sonrisa tras un partido ante Jordan, quién acabaría siendo su talón de
Aquiles en PlayOffs posteriores. Sin embargo, aquellos detractores de Ewing no
pueden decir en esta ocasión que el jamaicano despareciera en la jugadas de
Clutch Time pues en esta ocasión fue el pívot quien acabó definiendo la
victoria final.
Para acabar con el tríptico de los Knicks en las noches de
Navidad de los 80, nos emplazamos en 1984 cuando en los Knicks reinaba, nunca
mejor dicho, el siempre recordado Bernard King. Y es que, un ranking de noches
de Navidad NBA no estaría nunca completo sin la increíble actuación de Bernard
King. De hecho, los asistentes en el estadio recuerdan como por momentos en los
instantes finales del partido ya todos esperaban que King definiera en cada
ataque de los neoyorquinos. El encuentro se basó en ver puntos y más puntos de
King.
El día de Navidad de 1984, Bernard King firmó la mejor
actuación en la historia de la NBA….. por lo menos en lo que a actuaciones de Navidad
se refiere. Enchufó nada más y nada menos que 60 a los Nets de visitantes, todo
un record del Madison Square Garden que lleva vigente ya casi 30 años después.
Irónicamente los Knicks se las arreglaron para perder aquel
encuentro por 120-114. Sólo los Knicks serían capaces de lograr que uno de los
suyos firmara tan enorme actuación para luego acabar perdiendo. Evidentemente,
no hace falta decir que sólo King se salvó de tan avergonzante derrota en la
que sus compañeros poco o nada ayudaron a su jugador franquicia por aquel
entonces. Sin duda todo aficionado a los Knicks que se precie vio en directo o
en vídeo la mágica actuación de este genio de la puntuación, posiblemente la
derrota mñas positiva y recordada de la alargada historia de los Knicks.
Para muchos la palma en este ranking debía ser para el
anterior apartado de Bernard King, pero para otros este duelo en Lakers y Heat
fue la más esperada rivalidad en una cancha de baloncesto. Y es que este duelo
sirvió para unir en la misma cancha a Shaquille O’Neal y Kobe Bryant, los dos reyes de los Partidos de Navidad, en
conjunto diferentes, tras una polémica y dura relación de enemistad compartida
en los Lakers del Three Peat. Una serie
de dimes y diretes en la que uno al otro se tiraban los trastos de los escasos
defectos que produjeron una pareja tan determinante como está, que daban
espectáculo tanto en cancha como en sus declaraciones. De hecho, muchos estaban
más deseosos por escuchar a estos dos genios del parloteo que por el dominio
que ejercían en cancha. Está tensionada
situación acabó con la marcha de Shaq rumbo a Miami en busca de sentirse
querido y con el inicio de la dinastía de Kobe que inicialmente daría más
tristezas que alegrías.
Es por ello, que viendo el desorden absoluto en el que se
convirtió la franquicia de Lakers, era de esperar las numerosas respuestas de
las muchas preguntas formuladas en este duelo. ¿Se darían la mano Kobe y Shaq
antes del partido? ¿Se ignorarían mutuamente? ¿Sería Shaq capaz de derrocar la
‘chulería’ de Kobe? Muchas cosas estaban en juego en este ansiado duelo. Unas
preguntas de bienvenida que aportaron mayor trascendencia e interés al juego.
Casi lo de menos fue el partido, porque hasta con Shaq en el banco, los Heat
pudieron vencer a los Lakers por 104-102 en el tiempo extra.
Más importante aún, fue que este juego marcó el inicio del
partido de Navidad como encuentro de pura exhibición en la que estos polémicos
detalles adornaban un cuadro sumamente interesante. Desde el 2004 hasta la
fecha, es raro el 25 de diciembre exento de polémica extra. Kobe Vs Shaq marco
el inicio de la rivalidad como mayor punto de interés.