“Quiero que vean a Marcus Smart y digan que ha sido el mejor
hombre que han conocido nunca. No quiero oír cosas malas de mí. Me hacen quedar
mal. Quiero ser el reflejo de lo que mi madre y mis hermanos han hecho de mi”.
Estas son las palabras del base de los Cowboys en una entrevista muy personal
realizada por el USA Today hace ya más de un año.
Una infancia que ha alimentado su competitividad. Un
entrenador dentro de la pista, un hombre que disfruta jugando y que se quedó en
la universidad porque adora la vida universitaria y porque consideraba que le
debía algo al equipo que le ha brindado la oportunidad de tener el sueño que
todo jugador tiene, jugar en la NBA. Ese algo es una Final Four. Y sí, con sus
virtudes y sus defectos, él ya tenía los mimbres suficientes como para poder
ser un Top-3 del Draft, y poder estar a día de hoy jugando en canchas como el
Madison Square Garden, el Staples Center o el United Center. Pero Smart no es
así, Marcus es un jugador que siempre mirará por el resto antes que por él.
¿Por qué escribo todo esto? No es por otro motivo que por lo
ocurrido el pasado sábado en la cancha de Texas Tech. Un incidente tan
inexcusable, como natural. La situación de Oklahoma State no ayuda, el momento
del partido tampoco, la situación deportiva del propio jugador menos, lo que hace (por lo menos para un servidor) que la reacción del jugador sea entendible. No tanto la del aficionado, poca vida hay que tener para ir a insultar a chavales que no se dedican
a esto. Pero no es la primera vez que lo hace y probablemente, tampoco será la
última. El individuo se llama Jeff Orr, y no es ni más ni menos que la imagen que tienen los Red Raiders en su campaña de abonados.
Pero inexcusable porque en el momento en el que Smart sea
profesional se enfrentará a situaciones similares en muchas pistas, donde las
cámaras te enfocan constantemente y donde cada movimiento se comenta sin ningún
tipo de miramiento. Algo de lo que se había quedado prendado Travis Ford cuando
llegó el ‘33’ a los Cowboys fue por la manera que tenía de controlar sus
emociones. Y eso, es algo que Marcus Smart no debe cambiar ni un ápice ya que
aficionados de este tipo se encontrará en cualquier cancha.
El comité de la Big XII le ha propinado tres partidos de
sanción. Algo que agravará bastante más la crisis en la que están sumergida los
‘Cowboys’, pero que estoy convencido que a cada partido de suspensión que pase,
se irá alimentando una ira en el jugador que estallará en el momento en el que
vuelva a cancha. Porque Marcus Smart es así, un ganador, porque aunque lo esté
pasando mal, siempre va a responder y porque juega todos los partidos
recordando el número que lleva en la camiseta en memoria de su hermano.
David Uña Rodríguez

































