Años antes se había visto
obligado a abandonar la escuela, a causa de las duras jornadas de trabajo para
sustentar a la familia, que comenzaban a las 4 de la madrugada y se prologaban
hasta bien entrada la noche. Además, su temprana edad le había impedido alistarse
en la Policía Montada de Montreal. No
obstante, el joven Naismith tenía en mente los planes que el destino le tenía
preparado.
A la edad de 20 años, pidió a su
tío poder retomar los estudios. No le importaba el tiempo perdido, ni mucho
menos la diferencia en años que tendría con el resto de sus compañeros. Una
demora que implicaba un esfuerzo mayor. Y por el que obtendría su recompensa. Su
ética de trabajo era indudable, por lo que James Naismith logró acabar los 4
cursos que le restaban en un lapso de 2 años. El siguiente objetivo sería la
universidad.
La realidad era que el destino
que tenía en mente se lo había autoimpuesto, debido al empeño familiar.
Naismith debía convertirse en sacerdote. Y lo haría en la Universidad McGill,
donde estudiaría Teología, y la clausura abocada a la lectura definiría su vida
en los meses siguientes.
James Naismith |
El trascurso de su existencia
continuo así, hasta que un día un par de compañeros irrumpieron en su
habitación con una propuesta que hacerle.
– Oye
Naismith, te hemos estado observado y nunca participas con nadie en ningún deporte ¿No crees que ha llegado el momento
de dejarte ver por el gimnasio?, dijo uno de los chicos.
La perplejidad se adueño de su semblante
durante unos minutos. Encogido de hombros admitió a duras penas la única
respuesta que pudo pronunciar.
– Pero…
yo nunca he estado en un gimnasio.
Nada más pisar las instalaciones,
un mundo nuevo se hizo con él. Desde un primer momento, su capacidad de
observación se hizo manifiesta. Todo de allí le llamaba la atención. El boxeo,
el fútbol europeo, el lacrosse, el rugby… Su aún corta vida en la universidad
la había invertido en cultivar su intelecto, pues jamás habría imaginado tener
que poner en práctica su notable forma física -a causa de toda una década dedicada
a las labores del campo-.
Su primer contacto con un deporte
colectivo llegó a consecuencia de la lesión de un compañero. Con tanto éxito, que
desde entonces no faltaría a ningún partido y llegaría a convertirse en uno de
los jugadores más importantes del equipo de rugby. En el deporte hallaría una
práctica más devota que el cristianismo. Lo que le llevaría a licenciarse en
Educación física en 1887.
Sin embargo, el cambio de
aptitudes supuso una traición para la familia. El desprecio de su hermana
Annie, y sobre todo, la muerte de su hermano Robbie le llevó a recuperar el
camino hacia el sacerdocio. Utilizando la religión como único perdón hacia sí mismo.
Pero jamas podría perder de vista su
verdadera vocación.
Naismith junto al primer equipo de baloncesto (YMCA) |
Una vez terminados sus estudios de
sacerdote, Naismith recibió una oferta de la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA) como
profesor de educación física. No lo dudó un momento. Contraviniendo, una vez
más, los deseos de su familia, James Naismith regresó a su Almonte natal para
hacer las maletas y mudarse a Springfield (Massachusetts), donde seguiría
siendo imprescindible en el equipo de rugby. Además, pronto formaría una gran
amistad con el director, Luther Gulick.
Un día, Gulick lo reclamó en su
despacho. Tenía algo importante que pedirle. Ya había mantenida la misma reunión
con el resto de profesores del centro, y todas sin éxito alguno. Jim ya conocía
el problema. De hecho, todos lo conocían.
Todos los deportes podían ser
practicados al aire libre durante los meses en los que el tiempo permitía salir
a practicarlos. Sin embargo, una vez llegado el invierno, y debido a la
inexistencia de deportes de interior, el objetivo del centro dejaba de tener
significado.
– Jim,
esto no puede seguir así. Tienes dos
semanas para inventar algo nuevo.
Desde aquel instante, Naismith no
pensaría en nada más durante los próximos 14 días. Todo lo que le venía a la
mente era trasladar los deportes de fuera al interior. Pero la consecuencia de
ello únicamente provocada destrozos en el mobiliario. El plazo expiraba y
todavía no tenía ninguna idea en la cabeza. El paso de las horas cada vez le
atormentaba más.
El lápiz y la libreta le
acompañaban allá donde fuese. Ya había dibujado y tachado cientos de veces una portería en el recinto del
pabellón. Pero de repente, la inspiración obró en forma objeto elevado. A una media altura. Al mismo
tiempo, apareció el recuerdo de uno de
sus juegos favoritos en la infancia, el Duck on a Rock.
Consistía en derribar una pequeña
piedra situada sobre otra más grande. La mayoría de chicos utilizaban como
única arma la fuerza. Pero él no. Jim lanzaba de manera suave y produciendo una
parábola para que el choque se produjera de arriba abajo. Lo tenía.
Posteriormente escribió una seria
de reglas innegociables, la última de las cuales era que en el saque inicial el
balón se lanzaría entre los dos equipos.
Su primera idea era utilizar dos
cajas de madera en función de porterías. No obstante, un par de cestos de fruta
fueron finalmente los elegidos. Las dos semanas de sufrimiento habían llegado a
su fin, ahora solo quedaba que su nueva invención tuviera buena acogida.
Eran casi las 11 y media y los
chicos estaban a punto de llegar. Ahora se preguntaba qué altura sería ideal
para colocar las cestas. Se decidió por los 10 diez pies. No sabía por qué,
pero el 10 le pareció en aquel momento un número celestial. Cogió un balón del almacén y pasó a explicar
las reglas a los 18 chicos presentes.
James vs Durant (Blogdebasket.com) |
Naismith mandó a colocar a 9 en
cada grupo y cada uno adquirió una posición en la pista: tres defensores, tres
medios y tres delanteros. El balón se lanzó aire ante la incredulidad de los
mismos. Era complicado mantener un orden y el instinto primario de todos les
llevaba a correr hacia delante sin mucho sentido.
El medio de aquella vorágine, el
balón fue a parar a las manos del estudiante Williams R. Chase. Se encontraba a
varios metros del cesto, e indeciso por aquella nueva experiencia, decidió
lanzar. Su mano dibujó una precisa trayectoria a la salida del balón.
El movimiento con el que James Naismith había soñado.
– ¡Dentro!,
gritó ante el revuelo de todos.
A las pocas semanas, este nuevo
deporte se propagó por todo el estado y durante años se ha ido ganando el corazón
de más y más gente. Su invención había sido un éxito, aunque todavía quedaba
darle un nombre.
– Señor, si
tenemos un balón y un cesto… ¿Por qué no llamarlo baloncesto?
Y así, y aunque parezca gracioso, surgió uno de los deportes más fascinantes que se puedan imaginar.
En pocas semanas comienza una temporada más en la NBA. Mucho ha llovido en estos 123 años, desde que James Naismith ideara la primera imagen del juego en su cabeza. El estilo ha cambiado, pero la esencia es la misma.
En pocas semanas comienza una temporada más en la NBA. Mucho ha llovido en estos 123 años, desde que James Naismith ideara la primera imagen del juego en su cabeza. El estilo ha cambiado, pero la esencia es la misma.
Él encontró el paraíso a una media altura. Nosotros lo volveremos a contemplar cada noche.
Especial agradecimiento a Gónzalo Vázquez, autor del libro "101 historias NBA. Relatos de gloria y tragedia".
Especial agradecimiento a Gónzalo Vázquez, autor del libro "101 historias NBA. Relatos de gloria y tragedia".