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Anoche se produjo uno de esos acontecimientos que hacen revivir el lado romántico de la NBA. La excelencia en forma de equipo de baloncesto volvió a saborear la gloria. Un equipo que jamás bajó del Olimpo, sino que se mantuvo a la derecha para dar cabida a una savia nueva que hiciera rejuvenecer al resto. Unos San Antonio Spurs cuya esperanza de vida parece no tener fin. 

Por la mente de Popovich nunca se ha pasado la idea de reconstruir desde los cimientos. Su plan ha consistido en incorporar piezas nuevas para hacer más sólida la infraestructura. Tiago Splitter, Danny Green o Marco Belinelli son algunos de los nombres que se han sumado al proyecto para combatir junto al archiconocido ‘Big Three’. No obstante, un foco ha brillado por encima del resto. El flamante MVP de las finales, Kawhi Leonard, parece ahora un jugador nacido para la filosofía de ‘Pops’. Sin embargo, su gestación se produjo en contra de todo guion establecido. Un embarazo de penalti, que dio lugar a un amor para toda la vida.

A pocos días del draft de 2011, de Indiana afloró un repentino interés por George Hill. Sin embargo, los Spurs no tenían intenciones de traspasarlo, puesto que el base contaba con el apoyo incondicional del entrenador. Hill era uno de los pocos afortunados en beneficiarse de la tutela de Popovich. Pero no lo era así para Buford. El ‘General Manager’ de los Spurs, consciente de lo que supondría la ampliación del contrato de Hill, hizo caso omiso al entrenador y dejó la puerta abierta a la oferta de los Pacers. Estos tenían interés en Leonard, pero con la posición bien de alero cubierta (Danny Granger y Paul George) y bajo el visto bueno de Bird, ofrecieron a San Antonio su pick 15 (Kawhi Leonard), el 42 (David Bertans) y los derechos de Erazem Lorbek, a cambio de Hill. 

La operación no gustó en absoluto a Popovich, quien rápidamente mandó hacer un informe sobre el perfil de su nuevo jugador. Kawhi, a sabiendas de que su carta de bienvenida no le era precisamente muy favorable, les hizo entregar un escrito en el que prometía no cesar en su objetivo de convertirse en una estrella. Incluso admitió que dormiría con el balón si fuera necesario. Aquel gesto -por entonces más simbólico que pragmático- refrendó su imagen y mitigó la desconfianza del cuerpo técnico. 

Desde aquel día hasta hoy han pasado poco más de 3 años. Pero en la cabeza de Leonard solo se reconoce una palabra: trabajo. Un obseso del entrenamiento, según lo definen sus propios compañeros. Kawhi ha rentabilizado en alza aquella operación y se ha convertido en el principal candidato para alargar la sombra de triunfos del equipo que mejor baloncesto practica en el mundo.

Popovich poco a poco fue surtiéndole con pinceladas de la filosofía Spurs. El talento al servicio del grupo. No esperar que el resto te ayude a ti, sino decidir en qué puedes ayudar tú al resto. Cada año el esquema incorporaba una lección más, en las que Leonard se ha desenvuelto con la soltura de un veterano. En las finales de 2013, con solo 21 años, se destapó definitivamente ante el público promediando cerca de 15 puntos y 11 rebotes, y siendo en grandes tramos de la serie la segunda opción en ataque por detrás de Tim Duncan.

Con un físico idóneo para el deporte de la canasta. Cuenta con un equilibrio perfecto entre velocidad y fuerza. Unos brazos infinitos y unas manos cuya superficie es muy superior a la media de la liga. Kawhi se desliza por la pista a una marcha distinta a lo común. Unas características que le permiten obtener un manejo de balón sobresaliente, aguantar los golpes en las penetraciones y, además, su efectividad en el tiro sube como la espuma. 

Dentro del más estricto control, Kawhi es de los pocos con licencia para la anarquía. El factor físico con capacidad para romper con lo establecido. Inaguantable en defensa -que se lo digan a Lebron James- y efectivo a la enésima potencia cuando entra en trance ofensivo. 

17,8 puntos, 6,4 rebotes, un 61% de acierto en tiros de campo y un 58% en triples han sido sus credenciales para otorgarle la condición de mejor jugador de las finales de 2014. El segundo MVP más joven de la historia. El regenerador que provoca que los Spurs no tengan la necesidad de reconstruir, sino solo recargar.


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