Aprovechando que hace tan solo unos días han arrancado los que posiblemente estén siendo -de momento- los ‘playoffs’ más igualados de los últimos años, puesto que hasta 5 franquicias han perdido el factor cancha en el ‘Game 1’, y el resto de favoritos han tenido que derramar mucha sangre y sudor para hacerse con el primer choque de la serie, me gustaría contarles una de las mayores hazañas llevadas a cabo por un jugador en la postemporada. Se cumplen 28 años desde que Dios bajara a la tierra con zapatillas y un balón entre las manos.
Cuando aquel 20 de abril de 1986, el mítico periodista del Boston Globe, Bob Ryan, se sentó frente a su maquina de escribir, las únicas palabras que sus dedos lograban teclear eran elogios frente a la proeza que acaba de presenciar. "Los Celtics sobreviven al récord de Jordan”. Efectivamente, Boston había ganado el encuentro, pero lo vital de la noticia se encontraba en el récord que había batido aquel joven Michael Jordan. 63 puntos, superando así los 61 de Elgin Baylor (Lakers) unos años atrás. Y lo más sorprendente, recuerda Ryan, es que lo hizo sin necesidad de jugadas especialmente diseñadas para él y sin variar el sistema de juego de los Bulls.
Por aquel entonces, Michael Jordan era un oasis en el centro de un equipo sin aspiraciones reales de coronarse campeón. Pero su carácter no aceptaba la derrota -quizá sea el jugador más competitivo de la historia de la NBA- y asumir los retos era parte de su personalidad.
Justo la tarde anterior al encuentro, Jordan había invitado a Danny Ainge, amigo y futuro rival, a jugar un partido de golf, una de sus mayores pasiones junto al baloncesto. Era un día soleado en plena primavera, y Michael se encontraba pletórico de confianza. “Mañana os llevaréis una sorpresa” le dijo. El jugador de los Celtics, sorprendido por la seguridad de sus palabras, respondió con una tímida sonrisa tratando también de mostrar firmeza. “No lo creo, te defenderá Dennis Johnson, y ambos sabemos lo que eso significa”.
Aquel 19 de abril, Ainge venció en el partido de golf. No obstante, Jordan había ganado algo más importante. La confianza. Inconsciente de ello, Danny había caído en la trampa del ‘23’ de los Bulls. Un reto era lo único que él necesitaba para inyectar su dosis máxima de motivación.
Minutos antes del pitido inicial, ‘MJ’ reunió a todos sus compañeros para pedirles la máxima entrega posible. Su mirada lo transmitía todo. Tenía un plan, y pretendía cumplirlo sea como sea.
“Entrenador, ¡Nadie puede defenderle!” Esas fueron las palabras de Danny Ainge tras darse cuenta de que aquel joven de Brooklyn estaba destrozando a su equipo. Al mismo tiempo, en su mente no dejaban de aparecer las palabras que le había dicho tan solo unas horas antes. Aquella noche, Jordan anotaba, corría, defendía y reboteaba a su antojo. Hacía fácil lo difícil, y cada canasta significa una pequeña venganza de lo ocurrido en el campo de golf. Y todo ante la atónita mirada de sus compañeros que, curiosamente, no jugaban directamente para él, sino que Michael era el encargado de hacer jugar al resto.
Ayer domingo se cumplieron 28 años de aquella extraordinaria gesta. La más en grande en anotación jamás vista en unos ‘playoffs’. Incluso Larry Bird llegó a decir algo como esto. “Nunca pensé que alguien podía hacer algo así. No contra los Celtics en el Boston Garden. Creo que esta noche Dios se ha disfrazado de Michael Jordan”. El '23' perdió aquel juego, cierto, pero aquella caída sirvió para hacer resurgir al más grande de todos los tiempos. Al Jordan de los 6 anillos. Al jugador que dominó la mejor liga del mundo durante una década. Justo después de la noche que vimos a Dios con zapatillas de deporte y camiseta roja.
(Foto: Getty Images)