OPINIÓN | Lebron James como experiencia colectiva
"Forjado en el fuego, entre un martillo y un yunque". Si no fuese porque va camino de solo su cuarta temporada en los Miami Heat, se podría decir que esta frase -que puede leerse en el túnel de vestuarios de la franquicia de Florida- fue inscrita concienzudamente para hacer honor a Lebron James. Un tipo creado para dominar el juego en todos sus sentidos.
Para muchos, cuando ya se ha alcanzado el éxito, la motivación por seguir ganando se va desvaneciendo. Una vez que has tocado el cielo, y la gloria se ha posado sobre las yemas de tus dedos, la excelencia se vuelve prosaica, insulsa. Pero no para Lebron. El ‘6’ lleva en su ADN lo que diferencia a los grandes de los únicos. A los buenos de los que hacen leyenda. James es Miami, tal y como fue en su día Cleveland o St. Vincent, pues fue gestado para hacer dejar huella en todo terreno que pisa. Y ganar por encima de todo.
Y nosotros, inconscientes de lo que verdaderamente produce su figura, nos hemos acostumbrado a su grandiosidad. A sus exhibiciones inalcanzables para cualquier mortal. Lebron ha llegado a un punto en el que lo asombroso no impresiona, o por lo menos no sorprende lo que debería. Y esto no ha sido por mera inercia al ser mejor que el resto, sino que está todo premeditado. Su objetivo es alzarse con el tercer título de campeón consecutivo, y sabe que la única manera de lograrlo pasar por la aportación del colectivo. James no es un líder llevado a ensombrecer al resto, sino a enaltecer a sus compañeros. Por decisión propia.
Por esta sencilla razón, cuando vemos manifestaciones tan acentuadas sobre su figura (49 puntos contra Brooklyn en el Game 4). Cuando Lebron James se enfunda el uniforme de guerra con el único propósito de tumbar rivales como si hubiera mañana, solo me hacen ver más reforzadas las carencias del equipo.
Esos déficits, que se vieron por primera vez cuando vestía la camiseta de los Cavaliers, y que parecieron desaparecer cuando se asentó en la cálida Florida, vuelven a resurgir -por momentos- levantando los miedos más profundos del ‘6’. Y es por ello que decide protagonizar esas decisiones de buscar el partido él mismo, sin esperar a nadie. Hacerlo suyo, sin aguanta a que nadie se lo entregue.
Si continuamos avanzando a través del túnel del ‘American Airlines Arena’ se puede seguir leyendo algo como esto. "De nadie a advenedizo, de advenedizo a aspirante, de aspirante a ganador, de ganador a campeón, de campeón a dinastía". Lebron James es un depredador nato, que trata de camuflar su instinto personal a cambio del éxito del grupo. Y todo por un fin común. El éxito. Así resume su naturaleza como experiencia colectiva. Miami le necesita tanto como él a Miami, pues solo con 'the king' no será suficiente.
